miércoles, 17 de septiembre de 2008

Consultorio: Miedo a los hombres deporte

“Necesito ayuda. Tengo miedo a los hombres que hacen footing en el parque al que bajo cada tarde para que un chucho que tienen mis padres haga sus cositas. Me dan miedo los deportistas y se están convirtiendo en un trauma que no puedo superar. Sueño con ellos y es como si cada noche se convirtieran en una terrible pesadilla. La última vez, harta de discutir con mis hermanos y cansada de tantas retrasmisiones deportivas en la tele, soñé con Rafa Nadal que me perseguía por los pasillos de mi casa con la raqueta en mano. Desde esa noche no he vuelto a conciliar el sueño con normalidad y hasta me estoy medicamentando. No sé qué hacer, a veces, en la oscuridad de la habitación creo que se me aparece la selección nacional de fútbol y hasta un señor que dice llamarse Luis Aragonés. Mis hermanos dicen que estoy loca, que Luis ya se fue, y que ese tal Luis ya no tiene nada que ver. Una amiga que estudia psicología me ha recomendado que me compre una raqueta e intente masturbarme con su mango para ver si así lo supero. Pero no me atrevo, me da miedo y no sé qué hacer.” Penélope, Sevilla.
Yo tampoco.

Despedida de soltera

Seguramente saben que la gente, incluso en días de crisis como estos, pasa a mejor vida y contrae matrimonio -santo o civil, que eso ya ni importa- supongo que como un medio para hacer frente a la desesperada situación que les tocó vivir. A muchos de estos eventos le precede una despedida de soltero o de soltera que no conviene olvidar como precedente de ese más allá al que, a lo mejor sin saber la razón, nos dirigimos casi todos. Pero tampoco conviene olvidar que igual que se celebran los matrimonios, también se honran los divorcios -el alfa y el omega que dirían los griegos- acaso como excusa para poner una nota de color en el gris de nuestras vidas.
Pero las despedidas como los matrimonios ya tampoco son lo que eran. Ahora las reuniones de los amigos y de las amigas de la víctima se mueven por los derroteros que marcan los profesionales de la lascivia. Y es que en esto del sexo hay pocas novedades: A ellas les gusta el paquete ajeno y rellenito de lujuria, mientras que ellos se mueren por los amasijos de silicona debidamente presentados. Cierto que siempre habrá también quien no esté por colgar billetes de las cosas de comer. Es otra opción, tan respetable como la primera, y un modo de no confundirse ni de churra ni de merina.
* * *

M. quería para despedirse de su estado civil de toda la vida lo último de lo último. Y es que cuando se deja de ser soltera ya no se vuelve a serlo nunca más. O al menos no como al principio. Así que ella quería para su adiós lo mejor. No le valía cualquier cosa. Por eso hurgó en todo lo que era moda en tales menesteres pero no encontró gran cosa, ya advertimos que en eso de los placeres de la carne, lo último, lo más, lleva ya de friso en las ruinas de Pompeya un millar de años, así que lo que halló en las empresas de servicios que se dedican a eso de gestionar o marcar paquete y tabletas de chocolate, fue mucho más de lo mismo y casi nada de lo hallado la satisfizo: Mozos de gimnasio de difícil catadura, metrosexuales con depilación láser de última generación, leñadores finlandeses con pasarían por osos albinos en los zoológicos del mundo, seminaristas con tiempo libre para la oración, transexuales con badajo o sin él... De todo, pero una está tan harta, ha visto ya tanto en televisión, que sabe que en eso de la carne hay tanto cartón piedra, que lo mejor –pensó- es tomarse las cosas con calma y disfrutar de lo que se tiene en casa. Y así fue que no eligió nada y que entre una cavilación y otra llegó la noche de autos, y que sin saber muy bien a cuento de qué, estaban ellas y sus amigotas allí, en la que sería la casa de su vida. Así pues, casi sin remedio, el grupo de chochotristes que éramos se fue conformando con ir poniendo verde a todo bicho viviente que pasaba por nuestras mentes, a la par que nos íbamos zampando un crispi tras otro, entreverados con alguna corteza con sabor a jamón, de pata negra, por supuesto. Pero una, aunque crea lo contrario, no siempre lo controla todo, y así fue que allí que estábamos con la noche entera por delante, y por lo que respecta a servidora, con el equipito de salir de caza listo para revista, con los bajos comerciales dispuestos cual si tocara revisión tocológica, y con las primeras bragas de se mira pero no se toca que no me había comprado en unas rebajas adornando mi cándido cuerpo. ¿Por cierto, sabían que las berenjenas tienen un aporte de nicotina que ya lo quisiera para sí la fábrica de tabacos, lo que la convierten en el complemento ideal para dejar de furmar? Lo he escuchado en la radio. Yo al mío le voy a comprar un kilo, que no quiero que me humee el lecho nupcial, que se ponen muy feas las paredes en cuanto amarillean. Quién sabe, igual se pone de moda que después del asunto el personal en vez de furmarse un cigarrito se coma una. Quedan tan románticas sobre la mesilla de noche... Pero en fin, nosotros a lo nuestro, que si no no termino de contarles lo que pasó. Y es que las guarras, con perdón, –entiéndanlo en sentido figurado o como quieran-, esas que dicen que no quieren nada malo para una amiga como yo, las muy guarras de mis amigas –les decía - me habían preparado lo que no tiene ni nombre ni perdón. Menudas putitas que están hechas, arrieritas somos...
Pues pasó que andaba una de un ron con cola a otro y con más de un puñado de fritos semidigeridos flotando en el estómago, que me colé en la que alguna vez sería la habitación de los niños sin percatarme de la compañía, y menuda compañía, yo no sé si todas las striper tienen las tetas de la ex de Paquirrín, pero les juro que ésta, la que servidora tenía delante, o detrás, que así fue como empecé a notarlas duras como pomelos -¿cosas de la silicona?- en mi espalda, segundos antes de que nos cayésemos en un agujero negro y el universo estuviese en plena contracción. Aunque para agujero negro el suyo, y su lengua, qué lengua, si no me llegó a la úgula que venga el otorrino a levantar acta de dónde me dejó las marcas del maltrato, mientras me balbuceó al oído: “Me ponen las tías que se van a casar”. Y de veras que ya no habló más porque se perdió en los mares del sur con una dedicación exclusiva que... ¡Señor, dónde enseñarán tanto arte! Yo, qué quieren que les diga, sólo sé que perdí el conocimiento cuando después de mucho masaje y más cosas que no les cuento por pudor, me quedé (y les aseguro que no tuvo ni contemplación ni conmiseración alguna) sin la pretérita virginidad anal por la que tanto había velado y que sabe dios era el único hueco que mi pobre P. había respetado por esas cosas que usted, Hemoal y yo sabemos. Pero lo de aquella noche fue visto y no visto. A la tercera embestida de aquel cacharro, que ya lo quisiera para sí Nacho Vidal, me había corrido y todavía no me explico cómo me quedé inconciente sobre las sábanas que yo misma había planchado un par de días atrás. ¡Qué vergüenza, dios mío! Ahora me atormenta pensar demasiado en lo acaecido y más todavía no saber dónde los venden. ¡Pobres hombres, con esta competencia desleal tienen los días contados! No me extraña que los divorcios cada vez sean más. Con una cosa así en el cuerpo, que además no se embelesa con las pelotas de Güiza, para qué quiere una compartir el mando de la tele hasta que la muerte nos separe.

martes, 9 de septiembre de 2008

Consultorio: Un buen cacharro

Después de 30 años de convivencia, durante la celebración de nuestro último aniversario mi señora me ha regalado un dispositivo para alargar el pene que anuncian en la tele de madrugada. Es un cacharro que no sé si servirá para algo, pero ella me ha preguntado en varias ocasiones si lo voy utilizando. No sé qué pensar ni tampoco a qué se debe su interés. Era de las que decían que el tamaño no importaba. Me duele sobre todo porque la relación se está viendo seriamente afectada. Ya nunca será como antes. Y yo que pensaba que con lo llevaba era suficiente. Ya veo que no. Ahora cuando me la busco y la encuentro, la miro y no puedo evitar el sentimiento de culpa. J.L.Fernández, Murcia.
No vamos a negarle que su interés sea legítimo, ni que las madrugadas con poco que meterse tienen esas cosas. Claro que si el alargamiento le funciona en cuanto pueda búsquese una más joven, por experiencia sabe que el tamaño no importa pero se agradece. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, aunque sea por solidaridad no olvide pasar la marca.

Consultorio: ¿Los huevos o las gallinas? ¿Qué fueron antes?

¿Sexo sin amor o amor sin sexo? María, Correo electrónico.
Quien pregunta estas cosas no suele estar de acuerdo con lo contrario. Ni admite que sea posible. Son muchos y muchas los que dicen que si no hay amor de por medio ni pensarlo. Es decir, que no lo hacen. Cierto que a nadie les da por preguntarles que amor a qué. También son legión los que proclaman que lo suyo es amor a secas, sin mojar nada de nada.
En las estadísticas los españoles, y las españolas, lo hacen tres con ocho veces a la semana, por eso podrían ser una prueba tanto de lo uno como de lo otro. Y es que las estadísticas son siempre así: alguien lo hace cero con ocho veces a la semana y otros algunas más. Luis Aragonés también cree en las estadísticas, por eso se ha ido a Turquía. De todos modos no sé cuántas veces lo hará a la semana pero en fin.
En cualquier caso sepan que yo no sabría qué sería mejor ni viceversa. Pero voy pensando que eso del amor y el sexo son como el aceite y el agua y poco tienen que ver el uno con la otra, salvo en un buen gazpacho, que es sopa que se debe servir fría. De todas formas la realidad siempre se supera así misma y a las estadísticas.